Romance: Los Enamorados
-Oye, tu, mozo bizarro,
esas cuentas, que tú sabes,
las tenemos que arreglar.
-Tú sabrás que cuentas son,
las que has de arreglar conmigo,
que yo no me recuerdo
de haberte hecho ningún motivo.
-¿Tú crees que yo no me acuerdo
se aquellas ciertas cositas,
que el otro día estabas hablando,
con aquellas tres mocitas?
-¡Qué celosa me saliste,
si con las mozas hablé,
fue por divertirles el tiempo,
pero de ti nada fué!
-¿Tú pretendes engañarme?,
cara de negro africano,
ya estoy cansada de hablar,
con semejante marrano.
-¡Qué lastima de alacrán,
que la boca te picara,
por ser tan mal hablada,
de mí te vas a acordar!
Yo se que tu corazón
es muy cariñoso,
y llegarás a ser mi mujer
y yo tu esposo.
Y aquí termina la historia,
de los dos enamorados,
que después de tanta riña terminaron casados.
Refranes
Entre lo feo y lo hermoso prefiero lo aprovechoso.
Las agua de febrero son mejor que las de enero.
Mayo como te pillo te tallo.
Si no me aras me talas.
Más vale prevenir que curar.
Otro vendrá que a mí bueno me hará.
Un cuento: Los Martinillos
Son los martinillos pequeños brujos , que ratonean por las casas en tiempos de escasez y de novias burladas, siempre dispuestos a enredos ingeniosos para evitar el hambre.
Martín el martinillo, se le acerca a las casas y pueden convivir con la gentes sencillas.
como la lluvia no viene, se implora al martinillo particular para que la lluvia no escasee más.
-Hombre, Martín, si tú quieres podrías cambiar la medida del trigo.
Si, ya sé que este invierno me he gastado en vino más de la cuenta, pero las tardes en el pueblo son largas y uno no sabe de qué manea pasarlas. El martinillo parece comprender porque el hombre del campo termina sentado en un cabezal con la cabeza entre las manos abiertas.
Al día siguiente cuenta a sus vecinos.
-Me he encontrado la cámara patas arriba. El trigo estaba revuelto con el maíz. Se ven que el martinillo tiene ganas de bromas, hencima y ha pasada la noche haciendo trastadas de un lado para otro. Ya me extrañaba a mí tanta carrera y tanto ruido sin ton ni son.
-Ya verás cómo todo lo ponen en su sitio,hombre. Es que los martinillos también se aburren, como cada quisque, y de vez en cuando hacen de las suyas.
Pasando otros dos días se reanuda la conversación.
-Vaya, menos mal. Esta mañana ya han amanecido todas las cosas en su sitio. Se ve la cámara más limpia que nunca, como si nada hubiera pasado. He medido el trigo y hay, por lo menos, medio cahíz más que estos días atrás.
Y el cuezo del aceite lleno hasta los bordes. Yo creo que hasta los garbanzos son más tiernos. No, si es lo que yo digo: cuando le da a Martín por hacer las cosas bién...
Y la sequía continúa adelante.
-La otra noche iba yo en la burra, camino arriba, cuando oí llorar a un niño chico a orilla de la acequia. Me entro mucha lástima, subí a la burra y acosté al niño sobre mis piernas. Pero conforme andábamos, yo notaba que “aquello” se removía demasiado y creía lentamente.
Le toqué la cara y noté que le raspeaba la barba y se reía a saltitos.
Estate quieto puñetero, ¡Qué largas tienes las patas!
-Más largos tengo los dientes, le contestó el martinillo.
Saltó del aparejo como un choto, y echó a correr muerto de risa mientras hacía muescas con las manos.
Entoces me di cuenta que era un mantinillo y se había burlado de mí.¡Sería pillo el ladrón!
Todos tienen simpatia por los martinillos.
De este modo, cada uno puede contar su caso concreto sin que nadie se extrañe.
-Este es el secreto, cualquier hombre del pueblo puede contar libremente su propia visión y contarla con toda naturalidad a sus vecinos.